DEVOTO EJERCICIO DEL SEPTENARIO. DÍA SEXTO

DEVOTO EJERCICIO DEL SEPTENARIO que la REAL HERMANDAD DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO consagra en honor de su venerada Titular NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
ORACIÓN PREPARATORIA
 Dolorosísima Virgen María, que con palabras llenas de amargura me llamáis, para que compasivo contemple lo acerbo de vuestros Dolores, y experimente dichoso lo sumo de vuestras misericordias. Dignaos alumbrar mi entendimiento y mover mi voluntad, para que, empleado devotamente en la compasión de vuestras penas y en la viva contrición de mis culpas, merezca hacer dignamente a Dios este servicio, y a vos este obsequio, y conseguir lo que os pido en este Septenario, si ha de ser para mayor honra divina, gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.

DÍA SEXTO


DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ
 Después que murió Jesús, “vinieron José de Arimatea y Nicodemo, bajaron el Sagrado Cuerpo del Redentor” y lo pusieron en los brazos de la Santísima Virgen.
 Contempla en espíritu esta dolorosa escena. Ya la muchedumbre y los soldados se han alejado... Arriman la escalera los santos varones y con la mayor reverencia bajan el sagrado cadáver de Jesús... La angustiada Madre lo recibe en su regazo; mira con dolor, abiertos aquellos labios purísimos, y cerrados aquellos ojos sin vida; ve todos sus despedazados miembros, atravesada de agudas espinas su divina cabeza y abierto con cruel lanza su costado, y exclama: “¡Oh Hijo mío! La ira de los hombres no ha dejado en tu carne parte sana... han taladrado tus manos y tus pies, y se pueden contar todos tus huesos”.
 Acércate, alma devota, a la Virgen Dolorida, y con grande devoción pídele te permita adorar el Divino Cuerpo y lavar con lágrimas de contrición las llagas de sus manos, pies y costado, abierto por tu amor.
PRIMER DOLOR
La profecía de Simeón
Os compadezco, ¡oh Virgen Dolorosa!, por la aflicción que vuestro tierno Corazón padeció en la profecía del santo anciano Simeón. Madre bendita, por vuestro Corazón tan afligido, alcanzadme la virtud de la humildad y el don del santo temor de Dios.
 Dios te salve, María...
SEGUNDO DOLOR
La huida a Egipto
 Os compadezco, ¡oh Virgen Dolorosa!, por las angustias que sufrió vuestro sensibilísimo Corazón en la huída a Egipto y en la permanencia en esa tierra idólatra. Madre bendita, por vuestro Corazón tan angustiado, alcanzadme la virtud de la liberalidad, especialmente para con los pobres, y el don de piedad.
  Dios te salve, María...
TERCER DOLOR
El Niño Dios perdido
 Os compadezco, ¡oh Virgen Dolorosa!, por las congojas que sintió vuestro cuidadoso Corazón en la pérdida de vuestro Divino Hijo Jesús. Madre bendita, por vuestro amoroso Corazón tan angustiado, alcanzadme la virtud de la castidad y el don de ciencia.
 Dios te salve, María...
CUARTO DOLOR
La cruz a cuestas
 Os compadezco, ¡oh Virgen Dolorosa!, por la consternación que sintió vuestro maternal Corazón, al encontrar a Jesús cargado con la cruz. Madre bendita, por vuestro amoroso Corazón tan atormentado, alcanzadme la virtud de la paciencia y el don de fortaleza.
 Dios te salve, María...
QUINTO DOLOR
Crucifixión de Jesús
 Os compadezco, ¡oh Virgen Dolorosa!, por el martirio que padeció vuestro generoso Corazón, presenciando la agonía de Jesús, vuestro Hijo y nuestro adorable Redentor. Madre bendita, por vuestro Corazón tan martirizado, alcanzadme la virtud de la templanza y el don de consejo.
 Dios te salve, María...
SEXTO DOLOR
Descendimiento de la cruz
 Os compadezco, ¡oh Virgen Dolorosa!, por la herida que sufrió vuestro piadoso Corazón, con la lanzada que abrió el costado de Jesús y al recibirlo muerto en vuestros brazos. Madre bendita, por vuestro corazón así traspasado, alcanzadme la virtud de la caridad fraterna y el don de entendimiento.
 Dios te salve, María...
SÉPTIMO DOLOR
Sepultura de Jesús
 Os compadezco, ¡oh Virgen Dolorosa!, por el pasmo que vuestro amantísimo Corazón experimentó en la sepultura de Jesús. Madre bendita, por vuestro desolado Corazón, alcanzadme la virtud de la diligencia y el don de sabiduría.
 Dios te salve, María...
Madre llena de aflicción,
de Jesucristo la llaga,
graba en mi corazón.
Pídase la gracia que se desee alcanzar en este Septenario.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
 ¡Oh Virgen Dolorosa y amantísima Madre mía! Con razón os llama la Iglesia Reina de los Mártires y compara vuestra alma a un mar amargo. Confieso que yo soy la causa de vuestro dolor, quien despiadado ha ofendido tantas veces a vuestro Hijo y mi Señor Jesucristo. Miradme, Señora, con ojos de misericordia; aumentad mi amor a Jesús, y que el recuerdo de vuestros Dolores me aleje para siempre del pecado. Bendecid a la Santa Iglesia, proteged a vuestra nación, amparad a la juventud, convertid a los pecadores y hacednos a todos dignos de las promesas de Jesucristo. Amén.

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